domingo, 9 de octubre de 2011

Plantas carnívoras

El carnicero alimentaba todos los días a la planta carnívora. A mí no me pregunten por qué un carnicero tiene una planta así de exótica. Sería un carnicero de las selvas africanas. Vete tú a saber. Hay muchos verduleros que tienen hermosas matas de geranios adornando la vitrinas de sus puestos y nadie se pregunta la relación. El cuento es así, yo no lo he escrito. Yo sólo lo he dejado entrar por los auriculares de mi emepetres mientras hacía mis sesiones diarias de entrenamiento corriendo entre las palmeras de la Avenida de la Libertad, justo por el camino donde está la locomotora de un viejo ferrocarril pintado de negro. La pintura del tren siempre me ha llamado la atención porque brilla demasiado, casi parece que no se ha llegado a secar nunca, como si la máquina hubiese sido sumergida en alquitrán.

Yo iba corriendo por ahí. Un dos, un dos. Escuchaba algo de Black Sabbath, que aunque sean ya viejos, al menos sirven para dar buen ritmo a lo que ahora se viene en llamar "jogging" ( soy de las que piensan que el uso de estos anglicismos sin introducciones del tipo "lo que se viene en llamar" " lo que nos hacen llamar" etc etc deteriora el buen oficio de la escribanía) y cuando me cansé del viejo Ozzy, busqué una emisora en la radio. La mayoría hacen un ruido como de papel de celofán arrugándose o de noche de perros; pero un par de ellas van medio bien. Hoy encontré un canal cristiano.

La tía hablaba del Arca de Noe. Siguen empeñados los cristianos en esa aberración de la ciencia después de haberse demostrado ampliamente que Noe no pudo coger una pareja de peces de las profundidades abisales, o una pareja de ácaros, ni una de amebas y mucho menos un par de cachalotes y otro par de ballenas, y para de contar si se trata de ranas azules de la Amazonia, pues estamos hartos de leer en el "nasionalgeografic" que estos diminutos y preciosos anfibios tienen un veneno tan potente que basta con tocarlas para acabar con la vida del dueño del dedo; aunque el dueño mida dos metros y pese ciento ochenta kilos.

Después la mujer con una voz empalagosa dijo que iba a contar una historia sobre el papel de la obediencia. Bueno. Me quedaba un kilómetro para llegar a casa.

A ver que nos contaba la chalada esa.

Era una historia de un carnicero que tenía una planta carnívora y cada día le daba su trocito de carne. La planta era feliz y el carnicero era feliz. Y además hablaban. Ya se entiende que si la planta hablaba era una fabula con moral; aunque las fábulas normalmente usan animales.

Bueno, tratándose de un extraño ejemplar del reino vegetal amante de las proteinas y provisto de buenos colmillos, bien podíamos introducir el relato en el género fabulístico si cometer un pecado mortal.

Un día el carnicero no le dio carne a la planta, ni el siguiente, ni el siguiente y la planta en lugar de preguntar qué pasa, lo espió. Yo ya capté aquí el verdadero problema y presentí el final; pero seguí escuchando pues la mujer estaba muy emocionada y daba gusto ver como pretendía que alguien se tragase su anzuelo.

La planta espió al carnicero. NO sabemos como salió del tiesto, pero lo hizo y descubrió que el muy malvado guardaba carne en unas cajas amarillas. Mucha carne, deliciosa carne. Así que no es que no le diese porque no tenía sino porque probablemente tenía una plantación de hermosas plantas carnívoras que ahora centraban su atención.

Muerta de celos no pudo callar y como una esposa a la vieja usanza le echó en cara su abandono. El carnicero le dijo "Con que has descubierto las cajas amarillas, pues por nada del mundo las toques, promete que no lo harás"

La carnívora resultó ser embustera porque después de empeñar su palabra lo primero que hizo cuando se quedó sola fue darse un festín con el manjar de las cajas amarillas.

Lo siguiente fue enfermar. Lo siguiente la preocupación del carnicero. Y ahora llegaba la moraleja: "Si me hubieses obedecido, a mí que te he querido siempre y he cuidado siempre de ti, no habrías enfermado"

La mujer de la radio casi llorando dijo que los niños aprenderían así el valor de la obediencia a las normas de quienes nos aman.

Bueno a mi me pareció una fábula muy buena sobre el valor de la incomunicación y el mantenimiento de las tiranías.

Al final resulta que sí, que era un buen cuento cristiano

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