martes, 22 de enero de 2013

Corazones solitarios


  

Venimos del infierno.

Tú, de una noche sin luna,

de hielos y silencio,

escondido como un  cobarde,

para que te dieran el amor

como si el amor  fuese

tu porción de pan y mantequilla.

Yo, del amarillo hiriente

de una tarde de verano,

escondida como una cobarde

para no escuchar

los alaridos del hombre

que se arrastraba por los suelos.



Venimos del infierno

y el invierno nos espera,

o la soledad,

a la que tendremos que aferrarnos

para no morir

de odio.

jueves, 27 de diciembre de 2012

Las palabras

Al fin vuelven las palabras
Hoy, por primera vez
 en un siglo de labios sellados
han brotado como flores vivas
A pesar de la boca seca,
a pesar del corazón inerte,
de los días de herriza,
y de las noches de hielo. 
A pesar de mí ,
que las he escupido y las he repudiado;
para que no me confundan.
Solo escucho el músculo latiendo
alerta al aviso,
El espanto. Que no era, que no es.
Oh sí. A veces vuelve.
Unas ansias que debían morir sin portavoz.
Así he vivido.
Ajena a todo.
Ajena a mi propia música.
No, no me hables latido incierto
no me cuentes lo que ya sé.
Calla, calla.
Esa voz, esa voz que yo no escucho.
Que dice que sí
que dice que no
que dice que dice
dice
Dios, Dios, Dios!!!!!
Esa voz que se calle.
Pero vuelven ellas, sin permiso,
suaves deslizándose por mis manos
comiendo mi vientre.
Vuelven y dicen
Estás viva, 
mírate.
Y las miro con recelo.
Todavía no las creo
no me fío, 
pueden tejer otra tela  de araña
cuando todavía siento
la resina vieja sobre la piel.

martes, 13 de noviembre de 2012

Quién soñó a quién




Lo retuvo  durante meses.
Solo suyo.
Sin piedad del llanto derramado,
sin miedo de toda la rabia,
sin misericordia de las súplicas
Glacial como es ella, lo retuvo,
ajeno a la casa y a la vida,
 sin señales sin pisadas
ni  soplos de esperanza
-No sé, ese jarrón que se cae,
 o esa luz que se apaga sin un  pretexto-

Pero de un tiempo a esta parte,
quién sabe de que estrategias
se ha valido 
que dicen su nombre las cortinas
 cuando las mueve la brisa de la noche
y tiene su cara la luna cuando es tan redonda
que rebosa hasta derramarse en niebla
y sus pasos retumban
en el tambor de los pasos de un desconocido
que se acercan por la avenida
 o se detienen a encender un cigarrillo
a contravento.
Quién sabe cómo ha encontrado el camino
y la llave para escapar de los dominios
de la dama de hielo.
Quien sabe de qué zalamerías se sirvió
para engañar
 a  la solitaria dueña de la guadaña, 
 Cómo planeó la fuga y se acercó finalmente a mis sueños, 
cada noche. Casi cada noche.
Viene y me susurra algo al oído
y yo le sonrío y nos  volvemos niños
y venimos los dos corriendo
por la cuesta de la fuente
con los bolsillos llenos de moras maduras
y las manos y las bocas sucias
de su sangre violeta.
Llegamos a la pequeña meseta
donde crecen las malvas de flores carnosas
y los dorados jaramagos y esas florecillas azules 
que llamábamos zapatitos del niñojesús, 
y amapolas y lirios
 y las avenas locas y los cardos y las ortigas

Nos sentamos en el viejo tronco del nogal
que se llevó el viento
aquella noche en que el mundo parecía una pluma
y tú decías cierra los ojos que vamos a volar

Acercas tu boca a mi oreja y tu voz de niño sussura
Es hermoso estar vivo hermana.
Qué triste que tú te hayas muerto.

Despierto, extiendo los dedos,
preguntándome quién soñó a quién.

domingo, 11 de noviembre de 2012

La cabalgata de las valkirias



Ocasos de sangre  resbalaron por las Colinas
con su lengua de fuego  y su abrazo helado.
Cayeron de los astros ,legiones de demonios
para besar al ángel de la muerte
de la gloria,
del horror,
y de la ruina.
Aladas criaturas.
Música de yunque y martillo.
Rubias melenas entregadas al soplo de las eras.
Vestidos de hierro Dedos de estaño.
También yo cabalgué
aquella noche.
Oh si, yo,
sobre el lomo de las tinieblas
Y entre todos los cuerpos
hallé tu cuerpo,
Entre  fosas de fémures y de húmeros
y de médulas y cráneos.
Entre la carne lacerada y el grito del último aliento.
A la grupa de mi caballo
Yo.
te arranqué del olvido.


jueves, 25 de octubre de 2012

Tu sonreías en Lisboa

 

  Me llamó, a eso de las doce.
Nevaba y la calle tenía esa luz 
y ese silencio que anuncia fantasmas.
Estaba bebiendo un café caliente
en mi viejo sillón 
mirando el mar helado.
En la casa que fue nuestra,
en el cielo que fue de los dos.
 A lo lejos el cementerio 
se cubría de esa costra blanca
donde se asfixian las flores.
  Aquella foto, dijo.
Recuerdas aquella foto.
Donde tú sonreías con un vaso de vino verde
en un mirador de Lisboa
que se parecía tanto a  Granada.
Llevabas un vestido negro 
y un cinturón rojo
y yo le compré a un vendedor ambulante
una pulsera de la suerte.
Recuerdas....
Nevaba
 y sus palabras parecían atravesar
vastos palacios de hielo.
La foto de Lisboa,
tu leías Caim de Saramago.
Trata de recordar, por Dios.
Esa foto, mi vida, esa foto.
Me estoy muriendo de frío
entre estas sábanas de viento.

miércoles, 24 de octubre de 2012

En el parque








Entre el banco donde resiste el viejo que pide por el centro histórico
y el olmo centenario de las ramas casi desnudas
Entre el susurro de las hojas que caen
Y de las páginas que crujen
Tiembla un pájaro.

viernes, 19 de octubre de 2012

Recuerdos

Bilde: Recuerdos

Tú ibas de negro,
como siempre,
como debía de ser.
Yo iba de luna,
como querías tú.
Pude tirar piedras
a todos los gatos
de las murallas
y morder las rosas
de todos los jardines;
pero jamás
pude quitarme 
este estaño lunar
necesario
a tu negra sombra.

Tú ibas de negro,
como siempre,
como debía de ser.
Yo iba de luna,
como querías tú.
Pude tirar piedras
a todos los gatos

de las murallas
y morder las rosas
de todos los jardines;
pero jamás
pude quitarme 
este estaño lunar
necesario
a tu negra sombra.

sábado, 29 de septiembre de 2012

Dos poemas separados por un segundo





Descendí del autobús y caminé por la plaza del Triunfo.
Hacía relente, así que me puse las manoplas y el gorro.
Luego crucé por el semáforo de la escuela de magisterio

Estuve detenida unos instantes esperando la señal verde.
Justo antes de cruzar, empezó a llover.
Al principio mansamente. Como un rocío.
Luego le cogió gusto y el cielo se abrió en canal.
Escupían cataratas todas las nubes 
y se escuchaban truenos que venían 
en formación pretoriana 
desde las cumbres penibéticas.
Día de perros- 
pensé mientras esperaba en un portal de la Gran Vía.
A mi lado se refugiaban de los latigazos del agua
una vieja marchita
y dos hombres que llevaban maletines y abrigos caros.
Tres minutos interminables
entre el tufo del masaje de afeitar
y de la ropa húmeda de la anciana.
Luego se abrió en el cielo una grieta
como una herida metálica.
Se filtró un rayo de sol que se clavó
sobre la vitrina de una tienda de lencería 
y deslumbró a la maniquí en paños menores.
Me detuve en el Mariana Pineda.
y pedí un café. Para entrar en calor.
Cinco minutos y enfilé de nuevo la calle principal.
La que construyeron los ricos burgueses del diecinueve
Cuando la ciudad soñaba con el trópico.
Al pasar por el banco de España vi a una que conocía
-de algo-
Y fingí buscar cosas en mi bolso para no saludarla
Me entristece mucho hablar con personas 
que acaban de escapar a un instante de lluvia.
Sobre las doce menos diez estaba allí, 
Justo allí. Exactamente allí.
Allí.
Un bote de mermelada cayó de una repisa
Desde un sexto piso.
Y me reventó justo delante de los zapatos.
Me las manchó de una pasta roja y viscosa
que luego me costó arrancar.
Un segundo, un segundo que es un suspiro
Me separó de la muerte.
De ser la noticia del períodico local
- joven con la cabeza abierta por un quilo de dulce de fresas-
No sé si usted me entiende,
esa aguja de un reloj
esa cosa tan frágil....


Foto: Dos poemas separados por un segundo.


Descendí del autobús y caminé por la plaza del Triunfo.
Hacía relente, así que me puse las manoplas y el gorro.
Luego crucé por el semáforo de la escuela de magisterio
Estuve detenida unos instantes esperando la señal verde.
Justo antes de cruzar, empezó a llover.
Al principio mansamente. Como un rocío.
Luego le cogió gusto y el cielo se abrió en canal.
Escupían cataratas todas las nubes 
y se escuchaban truenos que venían 
en formación pretoriana 
desde las cumbres penibéticas.
Día de perros- 
pensé mientras esperaba en un portal de la Gran Vía.
A mi lado se refugiaban de los latigazos del agua
una vieja marchita
y dos hombres que llevaban maletines y abrigos caros.
Tres minutos interminables
entre el tufo del masaje de afeitar
y de la ropa húmeda de la anciana.
Luego se abrió en el cielo una grieta
como una herida metálica.
Se filtró un rayo de sol que se clavó
sobre la vitrina de una tienda de lencería 
y deslumbró a la maniquí en paños menores.
Me detuve en el Mariana Pineda.
y pedí un café. Para entrar en calor.
Cinco minutos y enfilé de nuevo la calle principal.
La que construyeron los ricos burgueses del diecinueve
Cuando la ciudad soñaba con el trópico.
Al pasar por el banco de España vi a una que conocía
-de algo-
Y fingí buscar cosas en mi bolso para no saludarla
Me entristece mucho hablar con personas 
que acaban de escapar a un instante de lluvia.
Sobre las doce menos diez estaba allí, 
Justo allí. Exactamente allí.
Allí.
Un bote de mermelada cayó de una repisa
Desde un sexto piso.
Y me reventó justo delante de los zapatos.
Me las manchó de una pasta roja y viscosa
que luego me costó arrancar.
Un segundo, un segundo que es un suspiro
Me separó de la muerte.
De ser la noticia del períodico local
- joven con la cabeza abierta por un quilo de dulce de fresas-
No sé si usted me entiende,
esa aguja de un reloj
esa cosa tan frágil....




Descendió del autobús y caminó por la plaza del Triunfo.
Hacía relente, así que se puso las manoplas y el gorro.
Luego cruzó por el semáforo de la escuela de magisterio
Estuvo detenida unos instantes esperando la señal verde.
Justo antes de cruzar, empezó a llover.
Al principio mansamente. Como un rocío.
Luego le cogió gusto y el cielo se abrió en canal.
Escupían cataratas todas las nubes 
y se escuchaban truenos que venían 
en formación pretoriana 
desde las cumbres penibéticas.
Día de perros- 
pensó mientras esperaba en un portal de la Gran Vía.
A su lado se refugiaban de los latigazos del agua
una vieja marchita
y dos hombres que llevaban maletines y abrigos caros.
Tres minutos interminables
entre el tufo del masaje de afeitar
y de la ropa húmeda de la anciana.
Luego se abrió en el cielo una grieta
como una herida metálica.
Se filtró un rayo de sol que se clavó
sobre la vitrina de una tienda de lencería 
y deslumbró a la maniquí en paños menores.
Se detuve en el Mariana Pineda.
y pedió un café. Para entrar en calor.
Cinco minutos y enfiló de nuevo la calle principal.
La que construyeron los ricos burgueses del diecinueve
Cuando la ciudad soñaba con el trópico.
Al pasar por el banco de España vio a una que conocía
-de algo-
Y fingió buscar cosas en el bolso para no saludarla
Le entristecía mucho hablar con personas 
que acaban de escapar a un instante de lluvia.
Sobre las doce menos diez estaba allí, 
Justo allí. Exactamente allí.
Allí.
Un bote de mermelada cayó de una repisa
Desde un sexto piso.
Y le reventó justo sobre la cabeza.
Fue difícil distinguir la mermelada roja y viscosa
de la sangre que fluía fresca, como un riachuelo,
mezclada con la lluvia, 
hacia la alcantarilla más cercana.
Un segundo, un segundo que es un suspiro
La separó de la vida.
Lo dice hoy el períodico local
- joven con la cabeza abierta por un quilo de dulce de fresas-
No sé si usted me entiende,
esa aguja de un reloj
esa cosa tan frágil....




Descendió del autobús y caminó por la plaza del Triunfo.
Hacía relente, así que se puso las manoplas y el gorro.
Luego cruzó por el semáforo de la escuela de magisterio
Estuvo detenida unos instantes esperando la señal verde.
Justo antes de cruzar, empezó a llover.
Al principio mansamente. Como un rocío.
Luego le cogió gusto y el cielo se abrió en canal.
Escupían cataratas todas las nubes 
y se escuchaban truenos que venían 
en formación pretoriana 
desde las cumbres penibéticas.
Día de perros- 
pensó mientras esperaba en un portal de la Gran Vía.
A su lado se refugiaban de los latigazos del agua
una vieja marchita
y dos hombres que llevaban maletines y abrigos caros.
Tres minutos interminables
entre el tufo del masaje de afeitar
y de la ropa húmeda de la anciana.
Luego se abrió en el cielo una grieta
como una herida metálica.
Se filtró un rayo de sol que se clavó
sobre la vitrina de una tienda de lencería 
y deslumbró a la maniquí en paños menores.
Se detuve en el Mariana Pineda.
y pedió un café. Para entrar en calor.
Cinco minutos y enfiló de nuevo la calle principal.
La que construyeron los ricos burgueses del diecinueve
Cuando la ciudad soñaba con el trópico.
Al pasar por el banco de España vio a una que conocía
-de algo-
Y fingió buscar cosas en el bolso para no saludarla
Le entristecía mucho hablar con personas 
que acaban de escapar a un instante de lluvia.
Sobre las doce menos diez estaba allí, 
Justo allí. Exactamente allí.
Allí.
Un bote de mermelada cayó de una repisa
Desde un sexto piso.
Y le reventó justo sobre la cabeza.
Fue difícil distinguir la mermelada roja y viscosa
de la sangre que fluía fresca, como un riachuelo,
mezclada con la lluvia, 
hacia la alcantarilla más cercana.
Un segundo, un segundo que es un suspiro
La separó de la vida.
Lo dice hoy el períodico local
- joven con la cabeza abierta por un quilo de dulce de fresas-
No sé si usted me entiende,
esa aguja de un reloj
esa cosa tan frágil....

domingo, 2 de septiembre de 2012

La tregua



Cuando llegó el alba
y dibujó la luz de tu cuerpo
en la penumbra de mis ojos,

comprendí que el mañana 
y todos los días de mi vida
estarían marcado por el hierro
de tu nombre.
Besé tus hombros. Busqué tu boca
y galopé de nuevo el caballo
del horror y del deseo.
En el suelo descansaba
la bandera blanca
de mi vestido y tu camisa
como las tristes prendas
de la última tregua.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Damián



Hoy eres un roble, pequeña rama quebradiza
que cayó sobre mis manos
una mañana de octubre.
Hoy eres piel dorada, cabello suave,
y rizos salvajes.
Hoy eres  el indómito caballo que trota sobre las lomas
y moja sus patas en las aguas espumosas de los ríos.
La misma sonrisa que parece no querer
dibujarse y se dibuja
Los mismos ojos de miel fijos en un punto
adivinando la lógica 
de una araña en el aire.
Buscando el fin de los círculos, el misterio del horizonte
y de los fondos marinos,
La helada luz de las estrellas,
el origen y la agonía de lo que respira,
afuera, qué será,
demasiado grande,
demasiado hermoso,
demasiado lejano.
Preguntando, insaciable, por las cosas finitas
esas que sí entiendes y que sin embargo duelen tanto.
Preguntando, siempre, apoyado en el quicio de la puerta,
mirando desde abajo
a esa sombra que te protege
y que has descubierto   frágil.
 Esa figura de porcelana
que se puede romper.
- Te vas a morir un día?
Ojos abiertos como lunas manos de cachorro,
labios que tiemblan
ocultando una lágrima.

Jamás, te lo prometo. Tantas veces,
he sentido que estoy viva solo porque tengo
que cumplirte  mi palabra;
porque este pájaro de plumas lustrosas
y hermosas alas que ya vuela libre,
es el polluelo que cayó sobre mis brazos
sin esperarlo
una mañana de octubre.

Anoche

Anoche


Anoche no hubo pájaros 

sobrevolando la casa.

Ni encogieron mi alma esos truenos

que retumban contra la paz 

azul de las montañas.

No pintó de plata un rayo furioso

la invisible lejanía del mar 

ni me espiaron detrás de la ventana

los viejos fantasmas sin huesos.

Anoche solo hubo rumor de olas

plácidas, cayendo sobre la arena

como un chal de encaje

sobre los hombros de una dama.

Solo susurros del viento 

entre las temblorosas hojas de los sauces

y las delicadas ramas del brezo.

Dormí con las puertas abiertas.

No se oyeron las gaviotas

ni soñé con muertos.

Pero el círculo polar no perdona.

Va a abrir la boca

de un momento a otro

y ya seremos todos, de nuevo,

sombras en un palacio de hielo.

domingo, 22 de julio de 2012

Le nostre terre

Filomena Shedir Di Paola

"Grazie per la traduzione, Filomena" 




Dobbiamo tenerci stretti al sedile dell´aereo
quando la hostess, dalla sua voce nasale,
annuncia che c´è turbolenza
o che si sta avvicinando la fine del mondo.

E dimenticare tutti quelli che dicono che nessuno
si salva dagli incidenti aerei.
Aferrarlo forte, tenere le braccia,
finché le vene delle mani non esplodano,
finché le unghie non penetrino il feltro
dove dice "Welcome"

E non lasciar mai la presa.
Accada quel che accada.
Sebbene salga volando fra frustate di luce,
e tra lampi e ronzii;
e senti il respiro della morte
ronzarti sul collo.

Perché può darsi che il mostro metallico
sia diretto a morire contro uno splendido bosco
e la nostra sedia diventi un trono
sulle cime

Perché qui, questa mattina, amore,
ancora fischia la caffettiera una musica felice
e l´odore del caffè lancia sbuffi caldi al futuro.
Perché qui e ora, vita mia,
l´orologio vive, sia pur per niente,
anche se no sveglia nessuno,
anche solo per ricordarci que non ci sono scorciatoie;
non c´è una terza via.

Che in pochi secondi saremo
massa di visceri e lattine.

Ma abbiamo ancora, abbiamo ancora, amore,
il volo libero e senza rete.

miércoles, 18 de julio de 2012

Selv om man vil....


Bilde: Jeg kan ikke love at frykten
vil gå borte,
for alltid
og søvnløse netter
hvite og svarte netter
vil fly med frykten.
Jeg vet ikke hvor vil gå
daggene med unvikende blikker
og hendene  som ønsker
å berøre og trekkes i luften
slik som en ubrukelig tegning.

Jeg ville sverger at jeg gjorde
en rensende bad
og nå jeg er daggry og ren
og nå latterer
være  slik som kildene
og elevene som de bassengene
hvor reiser de første våren skyene

Men jeg kan ikke engang
se inn i øynene
og holde min åpne
og fast mens
Jeg sier jeg elsker deg.
Og likevel  jeg elsker deg
mot frykten
og mot alt som jeg
kan ikke love.
Selv om man vil....




Jeg kan ikke love at frykten


vil gå borte,


for alltid


og søvnløse netter


hvite og svarte netter


vil fly med frykten.


Jeg vet ikke hvor vil gå


daggene med unvikende blikker


og hendene som ønsker


å berøre og trekkes i luften


slik som en ubrukelig tegning.




Jeg ville sverger at jeg gjorde


en rensende bad


og nå er jeg  hvit og ren


og nå er latterne


 slik som kilderne


og pupillene slik som de bassengene


hvor reiser de første våren skyene




Men jeg kan ikke engang


se inn i øynene


og holde min åpne


og fast mens


Jeg sier jeg elsker deg.


Og likevel jeg elsker deg


mot frykten


og mot alt som jeg


kan ikke love.


Selv om man vil...


Jan Arve



Ya no le quedan a la tarde
más que tus ojos;
inmensamente abiertos, 
infinitamente azules.
Turbios como las aguas
en donde los glaciares ahogan sus recuerdos.
Limpios como los espejos
en donde tiritan las silenciosas montañas.
Ya no le queda a la tarde
más que un rayo que delata
una brizna de hierba 
dispuesta a vencer a los hielos

Il cuore dei topi


Mia madre cercò il mio cappello nuovo, quello di lana col pon pon. Mi mise il cappottino nuovo e gli stivali di vernice e infine i guanti rossi. Poi si passò l'asciugamano per bene sul viso in modo da lasciarlo molto pulito e messasi l'acqua di Colonia tra le mani, se le stropicciò e ne asperse sul bavero del suo cappotto ed anche sul mio.
Dopo mi prese forte per mano e mi trascinò per strada.

-"Sbrighiamoci, così prenderemo i posti migliori!"

Sulla strada sentii il freddo di gennaio.
L'odore della neve scendeva dalle vette della Sierra Nevada, mescolato all'odore del fumo dei camini, in fuga , simile a strisce di garza contro un cielo d’inchiostro. Era 'l'odore di Natale.

C' erano più stelle che mai. Si sarebbe potuta scorgere perfino la stella cometa che aveva guidato i Re Magi sulla Terra.

Quando raggiungemmo la Piazza, la prima fila di sedie era quasi occupata, ma per fortuna la zia Luisa ci chiamó aggitando le mani e ci disse di aver riservato due posti per noi. Proprio accanto ai tre troni dove nel giro di pochi minuti si sarebbero sedute le loro Maestà.
.

Il mio cuore batteva all'impazzata, come si dice che batta il cuore dei topi.


Chiesi a mia zia come fosse possibile che i re, che avevano viaggiato tanto in tutto il mondo con i loro camelli carichi di doni, riuscissero a star fermi per tante ore in un posto cosi piccolo come la Valle Helado.

-Taci- rispose- ormai sono qui!!!!


E c 'erano lì:
I dignitosi, Gaspare e Melchiorre nei loro mantelli di ermellino, con le loro corone, i loro guanti bianchi e le barbe lunghe e setose. Il mio re preferito, era Baldassarre, l'uomo nero che indossava un turbante color indaco ed una veste dorata, e dei sandali ...
Sandali identici a quelli di Patrizio il panettiere!!!!

Patrizio portava i sandali sempre. Anche in inverno, perché faceva troppo caldo a lavorare davanti al forno.

Così, dopo aver notato questo dettaglio, osservai bene la faccia del re Baldassarre
e trovai una grande somiglianza tra il panettiere e il re nero.

-"Mamma, il re nero sembra Patrizio!" Le sussurrai.

-"Che sciocchezze dici!" rispose arrabbiata" guarda le unghie dei piedi, lui è un re perche i re hanno le unghie d’oro"

Guardai bene i piedi e vidi dieci brillanti unghie d 'oro.

Restammo li per un certo tempo e dopo tornammo a casa.

Quella notte andai a letto subito perché ai re piaceva lasciare i doni ai bimbi addormentati.
Il mattino seguente trovai una bambola di porcellana, un servizio di tazzine da caffé di plastica
e un libro che parlava di principesse.
Ero felice dei miei doni, ma dentro di me ballava un diavolino cattivo.
E quando mia madre disse di andare al forno a comprare i dolci speciali d’Epifania, per la colazione, volli accompagnarla anch' io

Lei sorrise e disse:
-"Andiamo!"

E il mio cuore batté forte come si dice che batta forte il cuore dei topi.

Nel forno si sentiva l' odore del pane, della vaniglia, dello zucchero, del burro e la buccia di limone
Patrizio apparve con la torta di panna che si mangia per colazione la mattina dei re magi
Ansiosa guardai i suoi piedi.
Quella mattina Patrizio aveva le unghie d 'oro!!!!

Certo che giocai con le mie tazze, sognando di essere una dama che prende il tè, vestii e svestii la mia bambola, lessi il mio libro di fiabe…
ma... il mio cuore non ebbe più il battito dei topi.
Quel giorno ero invecchiata di cento anni

martes, 26 de junio de 2012

La sombra





No había otro recuerdo anterior, así de nítido. Recordaba al abuelo Federico con una camisa muy blanca y la chaqueta y el sombrero y la cara tostada y magra; pero no podía distinguir a las claras si esa fugaz escena donde aparecía tan nítido y tan real era producto de su memoria o si era prestada, porque lo recordaba igual que estaba en la foto del día en que el tío Carlos cantó misa y todo el pueblo se reunion en la plaza del “estituto” para la celebración. Ella también estaba en una de esas cartulinas pequeñas en blanco y negro donde se arracimaban más de cien rostros, que a pesar de ser tan diminutos como cabezas de alfiler eran todos reconocibles. Era maravilloso eso de la fotografía. Sobretodo las fotografías con mucha gente donde todas las caras tenían sus propias facciones y una se maravillaba cuando identificaba a alguien que había estado oculto a todos los ojos entre la masa de grises. La pescaera. La niña mema. El cristiano. El sereno.

Lo veía llevándola de la mano para cruzar la carretera, una carretera donde el tráfico se limitaba a unos diez vehículos diarios, la mayoría conocidos -la furgoneta del Picante que traía provisión para las tiendas de ultramarinos, el coche del semanero que venía cargado de hilos de  retales y de telas con nombres rotundos como tergal o franela y suaves como encaje o naylon,  para las costureras; la moto del pescadero con una raquítica carga de jureles, almejas, boquerones y sardinas, el autobus de línea, “la alsina” que se detenía detrás de la casa de la Borbona, en un apartado oscuro y escupía tres o cuatro pálidos viajeros: una mujer con un niño de la mano o asiendo una bolsa o un hombre que seguro venía del medico.- ;pero quizá lo veía porque se lo habían contado; que era muy bueno y cogía a los nietos de la mano para que no los pillara un coche o se los llevara un mantequero.
   Sin embargo el otro recuerdo no podía ser de nadie, no provenía de otra memoria porque estaba sola, subiendo la calle, entre la casa de la Enriqueta la que vendía caramelos de nata, y la de la abuela Adela.

Y era verano porque la sombra era gorda y ancha y se pisaba al caminar. Llevaba el babero de la escuela, el uniforme de rayas celestes y blancas y las trenzas muy menudas por culpa del pelo tan fino. Todo eso lo había visto mil veces al cerrar los ojos y nunca encontró una explicación a esta escena, a lo que pasó antes o después. Si escapaba de las cosas de ellos, de los otros, los grandes o si caminaba simplemente porque iba a hacer un recado.

Avanzaba sin moverse. Así se quedó el recuerdo. Una imagen menuda clavada a su sombra en la calle. Sin embargo el recuerdo desembocaba en la casa de la Paquita.

La casa de la Paquita era un sitio donde se estaba bien, donde ella era simplemente ella. No había otro sitio donde se pudiera ser ”ella” sin llevar la señal de lo que pensaban o sentían los adultos grabada, como la marca sobre el ganado estampada sobre la piel del animal inmovilizado, sin capacidad de resistencia.

La Paquita tenía una hermana jorobada y pequeña como una niña y un buen padre que ocupaba su silla y comía en silencio sin molestar a nadie. Su madre se había muerto cuando las dos eran muy niñas. Y la hermana, aún siendo tan poca cosa se ganó el respeto de todos porque se convirtió en madre de la Paquita y mantuvo a su padre limpio y bien comido.
  En la casa de la Paquita no había historias del pasado que ahogaran a los niños o les convirtieran en herederos de todo ese bagaje de miseria. Allí se sobrevivía con poco y la Pepa, la jorobada, cantaba como un ángel.

La casa era muy pequeña y los pocos muebles tenían un aspecto pardo y cochambroso, pero cuando se dejaba caer  la opaca cortina de tela alpujarreña el verano quedaba fuera, con su luz delatora de todo lo que vive y respira, y la penumbra era fresca y olía a jabón de caustica, de ese que las mujeres hacían con aceite viejo en grandes lebrillos. En l a planta alta solo había un cuarto con el suelo desigual sobre el que cojeaba un destartalado lavabo. La cama  era de hierro y el colchón estaba formado por una malla oxidada de hilos de metal. Sonaba como un cataclismo cuando se dejaban caer en la cama. Por eso la Paquita echaba la manta en el suelo y se tumbaba bocabajo.

Ella sabía lo que tenía que hacer. Cogía el peine de la repisa del lavabo, le deshacía las largas y tupidas trenzas, trenzas de pelo vasto y duro tan diferentes a sus escuálidos latiguillos,  y la peinaba y la repeinaba hasta que se quedaba profundamente dormida, como un cachorro.

El recuerdo de la niña que subía la calle bajo un sol de fuego, clavada para siempre en la estampa oscura de su sombra, de ese día exacto, sin nombre ni lugar en el calendario, acababa ahí, en el sueño manso de la Paquita y continuaba  afuera, donde había casas grandes y luchas por pedazos de tierra y donde las mujeres debía oir ver y callar. Callar lo bueno de adentro, y escupir lo malo. Eso era lo que rodeaba a la frágil sombra que se negaba a moverse.



domingo, 24 de junio de 2012

Pubertad







Ayer solo me asustaba que en medio de la ciudad

-tan grande y tan ajena-

no encontrara un prójimo.

Que, mirando una muñeca en una vitrina,

aferrase una mano extraña

y al levantar la visa


para comprobar que todo iba bien

que mamá sonreía desde arriba;

no me acariciaran sus ojos,

sino otros mucho más fríos y lejanos.






Ayer bastaba cambiar de mano,

escuchar las risas, allá arriba,

que avalaban mi error de cálculo,

para aliviarme del miedo.

Ayer me asustaba la oscuridad,

que generaba nubes negras a mi alrededor

hasta quitarme el aliento.

Ayer, cuando los rayos y los truenos,

cuando el viento y el rugido de la noche

digiriendo la pobre luna

quebraban el delicado ingenio

por el que circulaba el milagro

de la electricidad.


yo despertaba gritando,

dando manotazos a las paredes

buscando la ventana en el muro equivocado,

aplastada por el hollín de la noche.

Pero bastaba el soplo azulado del relámpago

delatando la rotundidad de un mundo con formas

para que el potro del corazón se calmase.


Pero un día comenzaron a asustarme

cuadros sin figuras,

aullidos reclamando vida

o proclamando su angustia

de criaturas sin sentido.

La noche.

La sombra de dios sobre los hombres,

el dominio de los hombres sobre las mujeres,

el amor de las mujeres sobre los niños,

la atracción de la sangre sobre los carnívoros,

el secreto poder de la flor sobre la abeja.

Mi piel desnuda

mi cuerpo

si camino de regreso.

Dentro del bosque


El bosque (Edvard Munch)

Desde mi ventana
solo veo bultos
y masas de color.
Los ojos me fallan
-Me basta?
-No me lamento.
Esto tiene su gracia
y su arte.
Se puede jugar a ser dios
ante la masa de figuras blandas,
de infinitos verdes,
que moldea los bosques.
Se puede bajar los párpados
y estirar los dedos
para palpar el terciopelo
de los racimos de hojas
que mi ceguera dibuja

Pero basta con dar
los pasos necesarios
para regresar a mi tamaño
y a mi forma.
Entre los barrotes
de las ramas esperan
los troncos
con sus ásperas vestimentas
y sus perlas de resina
infectadas de insectos;
Vela el chasquido de las sombras
sumergidas
en las entrañas del musgo.
Allá, la bóveda de pámpanos
cierra la luz
y toda esperanza.
No hay enigma ni horror
en las masas hermosas
que dibuja la distancia
El espanto espera al caminante
cuando descubre
su calibre.

El primer sol



Solen (Edvard Munch)

Hubo un tiempo en que hombres y mujeres
se comunicaban mediante la poesía
Se abrazaban cuando el hielo brillaba
en la gélida boca  de la noche
Se apretaban las manos cuando el rayo
dibujaba telas de araña
sobre la bóveda negra sin estrellas.

Sonreían cuando las aguas del mar
lanzaban guiños de puro diamante al día
y se miraban a los ojos cuando la luna
se mecía en el lago
El chapoteo de la lluvia
era la primera música
y el placer del amor
la primera sorpresa.
Si se pudiera volver a ese momento
de la poesía en estado puro y latente
Si se pudiera.

sábado, 23 de junio de 2012

Aves de la noche


Foto: Palabras para cuadros

Vampiro (Edvard Munch)

Las aguas volverán 
a mecer sus pequeñas olas
junto a la dulce casa
con su hilo de humo
y su alfombra de hierba
Volverán los simples insectos
con sus tristes pasos
de viajeros sin itacas
Eso será
y dios dirá que eso 
es bueno.
Mientras en el cielo
seguiremos, nosotras,
 aves
de relucientes plumas,
de aceradas garras, 
de picos de cristal
tratando de cegar a dios.

(Herminia Lægreid)




Vampiro (Edvard Munch)

Las aguas volverán
a mecer sus pequeñas olas
junto a la dulce casa
con su hilo de humo
y su alfombra de hierba

Volverán los simples insectos
con sus tristes pasos
de viajeros sin itacas
Eso será

Y dios dirá que eso
es bueno.
Mientras en el cielo
seguireis, vosotras,
Aves
de relucientes plumas,
de aceradas garras,
y de picos de cristal
mostrando la hermosura
de vuestro magnífico vuelo,
tratando de cegar
a dios.