Anoche
Anoche no hubo pájaros
sobrevolando la casa.
Ni encogieron mi alma esos truenos
que retumban contra la paz
azul de las montañas.
No pintó de plata un rayo furioso
la invisible lejanía del mar
ni me espiaron detrás de la ventana
los viejos fantasmas sin huesos.
Anoche solo hubo rumor de olas
plácidas, cayendo sobre la arena
como un chal de encaje
sobre los hombros de una dama.
Solo susurros del viento
entre las temblorosas hojas de los sauces
y las delicadas ramas del brezo.
Dormí con las puertas abiertas.
No se oyeron las gaviotas
ni soñé con muertos.
Pero el círculo polar no perdona.
Va a abrir la boca
de un momento a otro
y ya seremos todos, de nuevo,
sombras en un palacio de hielo.
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