lunes, 19 de diciembre de 2011

Alma de bazar

Cuando el motor se detuvo finalmente estuvimos un buen rato de pie esperando la descarga de los paquetes sobre nuestras cabeza. Luego todos abrimos los teléfonos móviles para ver si alguien nos había llamado durante el vuelo o para enviar un mensaje diciendo ya estamos aquí. En pocos minutos desfilamos ordenadamente  por el tubo gris hacia la terminal. Seguimos la flecha que indicaba la sala de los equipajes y una vez allí perseguimos las maletas en una cinta de rodar cansino. De vez en cuadno alguien reconocía la suya y desaparecía por la puerta de la izquierda Yo hice lo mismo cuando apareció la mía.
Eché a andar hacía salida, pero antes me detuve en los aseos para darme un toque al rojo de labios y comprobar que la pastilla para dormir caballos no había embotado mis facciones.
Todo parecía en orden. Enderecé la espalda y comencé a caminar sobre los diez centímetros de mis tacones de aguja. Aparecí en la puerta con mi vestido negro con topos blancos y el abriguito corto de peluche rojo y un sombrero de fieltro elegante y discreto.  Llevaba guantes y medias negras.
Èl estaba allí, tranquilo, en tierra de cristianos. Limpio, rubio y tierno, dispuesto a llorar por que no le daban la piruleta anaranjada.
Me besó en la mejilla y dijo que la rayita que me había puesto en el lacrimal, ese toque blanco plata sobre el perfilado negro, era absolutamente adorable.
Después nos subimos al tren que va del aeropuerto a la ciudad Nos sentamos y me cogió las manos. Yo era un cuerpo, un cuerpo yo y un cuerpo él. Lo demás era un naufragio. Lo supe cuando no se molestó en dar la vuelta al libro que iba leyendo. Había elegido “Lo primero que me viene a la cabeza” que era un buen thrailler psicológico. Pero a él no le interesaban los libros.
  En la siguiente parada entró una familia de musulmanes, con sus túnicas, turbantes y pañuelos, y con sus barbas de chivo algo amenanzantes . Con sus ojeras moradas y sus labios oscuros. Parecían hermanos. Pero los niños eran más palidos y vestián a la moda europas
Los miró con descaro y no se guardó de si lo oían o no, dijo que toda esa basura venía a comerse el producto de su trabajo, que eran sucios, despreciables y parásitos.
Me miró buscando respuesta
- Deberían ser arrancados como un cancer de Dinamarca-

El tren entró en un tonel. Los musulmanes se había sentado en el asiento contiguo.  Solo nos separaba el pasillo. Si me asomaba los veía reflejados en la negrura del agujero que nos engullía y me veía a mi también.
Mujer de ojos grandes y oscuros, de cabellos negros y alma enamorada de las especias y los bazares, de las calles bulliciosas y la soledad de los muros. En el asiento de atrás se había sentado una mujer vieja que debía ser la abuela. Me levanté y les pedí si había un asiento libre para mí. Retiró su bolso y me sonrió.
Cuando miré a Lars, rubio, dorado, hermoso como un dios, tatuado con dragones y princesas el tambiérn me miraba sorprendido.
Tenía cara de pocos amigos.
Cuando llegamos a nuestra estación bajó nuestras maletas del portaequipajes  y se me acercó para decirme algo al oido. Le dije qeu me quedaba, que dejase mi maleta en su sitio.
Se marchó de mala gana, maldiciendo y todavía se quedó un rato parado en la estación, solo, con su maleta en el suelo, mirando hacía mi vagón, esperando qeu acabase la broma. Cuando el tren partió siguió allí parado hasta que se hizo muy pequeño y luetgo desapareció.
La señora me preguntó porqué no había ido con mi novio Hablaba un ingles tan malo que la entendía perfectamente.
Le respondi que porque era demasiado rubio, y de familias protestantes
Ella me miró sorprendida: Debe ser un buen hombre, muchacha, solo eso, la familia se queda en su casa y los rezos en las mequitas, pero el día a día es la bondad y el amor.
Ve a buscarlo.
No fui, me bajé en otra parte de la ciudad y anduve un rato hasta qu encontré un hotel decente. Reservé una semana, lo que había entre vuelo y vuelo, y durante esos días contemplé a los etéreos daneses, molestos porque sus tierras suaves de fina lluvia y dulce viento, estaban siendo asaltadas por un ejército de gentes rotundas y oscuras
Lars me llamó llorando. Yo le respondí tiernamente; Es por tu bien, amor.

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