lunes, 30 de abril de 2012

Ana



Poesía para mi hija



Cuando la miro, agradezco a la existencia caprichosa

ese universo que inventa desde el polvo de las supernovas

la generación de las nuevas estrellas.

Soy consecuente de la hierba y de su frescura 

después del sueño bajos los hielos

y del perfume que el mar presta al aire que respiramos.

Cuando la miro valoro cada pluma del vuelo de las aves,

cada huella dibujada sobre la nieve o la arena,

cada gusano encerrado en el silencio de su crisálida 

y la nariz de hierro de la azada 

que recorre el alma de la tierra buscando el jugo del fruto.

Cuando la miro la vida se pone su mejor vestido 

y suenan carrillones en los campanarios de las ciudades más bellas

En los parques el sol tiñe de oro y plata los charcos y las nubes

y desde la más grande de las galaxias

hasta la célula delatada por el cristal del microscopio

adquieren sentido 

porque todo hubo de suceder.

Matemáticamente todo hubo de ocupar su espacio exacto

para que ella existiera.

Y parece mentira que sea así, como yo siempre 

la había soñado.

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