domingo, 22 de abril de 2012

Mamá



(un recuerdo con tormenta de verano)

Estás acurrucada, en un ángulo del cuarto, 
con la cabeza hundida en el pozo que se abre 
entre el pecho y las piernas.

Quieres ser invisible, desertar
del espanto de existir.
Escuchas el alarido de la lluvia
golpeando los cristales 
y te llega el perfume de los rastrojos
recorridos, a lo lejos, por el negro presagio
de los torrentes.
Qué frío y qué turbio está el aire
Qué grande es la casa
Qué soledad de plomo
se derrama por las tejas.
Escuchas sus pasos por la escalera.
Ingrávidos,
como si se deslizara un duende
o un hada.
Y luego sientes el aroma picante del jabón de olor .
Levantas la cabeza.
Parece grande como un castillo.
Como un árbol.
Como un oso.
Te dice que ha comprado un yogur de chocolate
Y te lo ofrece ya abierto.
Es un postre caro 
que no os podéis permitir
Por eso, la sal de tus lágrimas
se une al azúcar del cacao
y sabe mejor.
Ella se sienta a tu lado.
En el suelo
Y la casa sonríe y os besa los hombros.
Suavemente. 
-Afuera, el mundo, la tormenta
las palomas grises del verano-

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