sábado, 10 de septiembre de 2011

Un café cerca de Den Blå Steinen





Como cada tarde,
detrás queda el calor de la madera
y los dorados globos de las lámparas
languideciendo
sobre los muros
y los pupitres.
Con el silencioso paso
de un torrente de hormigas
mis huellas arrastran
un lienzo de oscuridad
y despiden un aroma
a madriguera desierta
o primera lluvia de aquel estío
que de tan lejano
parece incierto.

Afuera espera
la garra del invierno
La nieve pertinaz
arremolinada en las aceras,
ennegrecida sobre el asfalto,
vistiendo de plata los tejados
y disfrazando de lejana primavera
de almendros y cerezos en flor
los árboles desnudos
de Torgallmenningen

Afuera, en la gran Piedra Azul,
como cada tarde
entre un bosque de
sombreros,
gabardinas,
bufandas,
y paraguas;
me esperas
para ese café caliente,
antes de perdernos
en las entrañas del tren,
esa culebra infatigable
que nos marca los días.

Levanto un poco el cuello,
me asomo entre los hombros
y las melenas doradas;
y entre las bolsas, los gorros,
y los libros
te busco aquí y allá.
Entre un aludde cuerpos te busco.
Sombras que se arraciman
en un tapiz familiar y cercano,
como en un paisaje puntillista,
que me es tan extraño
ya cuando me engulle;
y hace ajeno mi rostroentre tantos rostros ajenos.
Y de repente
eres tú entre todos
y de repente
soy yo y me reconozco.
De repente eres
ese que yo he tocado
y he acariciado
y cuyos ojos me han reflejado
y cuya mano ha recorrido
mi geografía desnuda.

De repente dejas de ser
un árbol más
entre esa selva de paraguas
de abrigos, gorros y bufandas
y te quedas solo
y es como si se abriera
un camino hacia tí
como si entre los arbustos
y las marañas montaraces
un pequeño arroyo
describiese el plano
de mis pasos

Y pienso por un instante
cómo te verán los demás,
cómo serás tú fuera de mí
donde mi amor no te conoce
ni te bautiza cada día
con el milagro
del encuentro,
Donde mi voz no evita
que te llames bosque.

No hay comentarios:

Publicar un comentario