domingo, 14 de agosto de 2011

La mujer del espejo




Porque a una persona no la crea
el espermatozoide vencedor de la gran carrera
ni el delicado óvulo de la meta;
y, por más que se empeñen
los arcaicos oradores,
no hace a una persona un soplo,
ni un deseo sideral
Porque no se parece en nada
la foto del carnet de identidad
a la cara que está tomando un café
de pie en la barra del bar
ni a la que duerme o vela
en una noche de calor sofocante.
Porque nada tienen que ver
ese manojo de informes
con la costra de la vida

Porque una persona es lo que sobrevive
a la pátina del tiempo;
esa cosa que aún sabiendo que se va a morir
todavía aspira el perfume de las flores
y se amarra al sabor
del placer entre las piernas
y grita y llora y rie a feroces carcajadas

Porque es solamente
esa fabulosa mezcla de células
que se niega a saber
que hay más muertos debajo de sus pies
que vivos a la altura de sus manos;
esa criatura lanzada al vacío
sin manual de instrucciones
que se aferra con todas sus ansias
a la riendas de la vida

Por ello cuando me miro al espejo veo
que esa mujer que me observa
se parece cada día más a la mujer
que se refleja.

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