sábado, 23 de junio de 2012

El paraguas

Mi madre es racista a la antigua usanza. Tiene opiniones rígidas sobre las características de las razas y no te empeñes que de ahí no la sacas. Considera a los gitanos pendencieros y relaciona sus encuentros con sangre y puñaladas. También piensa que son farsantes y embusteros "si no la dan a la entrada, la dan a la salida", sentencia casi con orgullo, sabiéndose conocedora de las maldades de esas calañas.
De las razas más oscuras sabe poco pero está convencida de que la piel les huele mal. Cuando pasamos por los puestos de los negros en el mercado popular arruga la nariz y los mira de reojo "cómo hieden los jodíos", murmura para ella misma y no hay manera de explicarle que ese olor penetrante proviene de los bolsos, carteras y cinturones de cuero que venden. Recuerda ella un moro que trabajaba en recepción en el hotel Tropicana de Torremolinos, casado, por cierto, con la hija del metre, ua mala persona-el metre-; que era muy limpio y aseado pero el tufillo no se lo quitaba nadie.
Negros y moros son de la misma estirpe maloliente, pero no son malos. Malos son los gitanos.
En cuanto a los rubios del norte, esos son solo gente rara, que vienen a tostarse al sol y se gastan los dineros en bares y restaurantes, y eso es pan y trabajo; aunque la mayoría son tacaños y para uno que da buenas propinas cuarenta racanean hasta el licor-cortesía de la casa. Sus mujeres son todas unas putas que se acuestan con el primero que les calienta el hocico en un bar con un vaso de vino.

Es racista de palabra pero no de obra. La prueba está en el paraguas que luce orgullosamente cada vez que cae una gota o ve venir una nube por la sierra de Tajarja.
Ese paraguas se lo regaló un moro, hace dos inviernos. Venían dos y ponían un puesto sobre una manta en la acera de la Asunción. La Asunción no le cobraba por eso; pero el antiguo alcalde les impuso una tasa. Eso no lo ve bien mi madre. Eso es de buitres. Los moros son gente que viene a ganarse la vida. Y eso es sagrado.
LLegaban muy temprano y en las montañas temprano quiere decir escarcha y hielo y un frío que muerde los huesos.
A ella le gusta madrugar y asomarse al patio para sentir ese aire que perfora las narices pero que tiene propiedades curativas, la prueba de ello está en los deliciosos jamones de la zona, y la relación del jamón bien curado y la salud de los pulmones humanos es otra convicción inamovible para ella.
Los observó durante dos mañanas. Los moros llenaban cubos de agua de la fuente de la plaza para lavarse y cuando el agua les rozaba el cuello se les estremecía todo el cuerpo como si los hubiera sacudido un temblor de tierra.
La tercera mañana se levantó antes de que despuntara el sol y encendió el calentador Al máximo. Llenó un cubo de agua hirviendo y salió hacia la plaza y buscó a los moros.
Los moros no hablan su lengua, pero ella se entendió mediante señas. De eso está muy orgullosa. Les explicó que llenaran medio cubo de agua helada y el otro medio lo rellenó ella con el agua hirviendo.
"Daba gusto verles esos dientes tan grandes y tan blancos cuando sentían el calorcico del agua en el cuello" dice sonriendo mientras cierra el paraguas y lo sacude en la alfombrilla de la entrada.

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